La trascendencia del quehacer del diseño en el mercado vitivinícola, actualmente es sin lugar a dudas amplia e importante. Sus efectos son percibidos en la imagen que proyecta el producto en si desde el primer acercamiento en la estantería por medio de la etiqueta, botella y empaque hasta el rol estratégico que puede adoptar en la distribución y venta, con el claro objetivo de hacer que una marca sea reconocible en el mercado y asociada a un rango de calidad.
La tarea del diseño es lograr que el consumidor reconozca una marca se identifique con ella y la prefiera, superando la amplia oferta del mercado y finalmente y por sobre todo sea fiel a ella. No solo se busca una primera y única compra sino varias a través de la vida del producto.
Por medio del diseño la marca puede transferir desde una perspectiva visual-perceptual los valores intrínsecos del producto a los clientes y consumidores, realizando una presentación acorde y fidedigna tanto en la estrategia comunicacional como en la promoción y distribución.
Es el diseño de envase el encargado de posicionar al producto en cada mercado determinado respondiendo estratégicamente a cierta topología de consumidor y a sus necesidades y preferencias. Es por ello que las etiquetas y envases deben estar en sintonía con el nicho de mercado que se pretende conquistar considerando el contenido y el contendor. Es por medio de los distintos recursos técnicos, materiales y gráficos como troqueles, papeles, folias y barnices que al servicio de un concepto de marca pueden otorgar valor agregado al producto.
En un primer acercamiento la etiqueta se considera como fuente inicial de información y primer contacto físico con el consumidor evidenciando la capacidad del diseño de diferenciar entre dos vinos de similar calidad, precio y características intrínsecas ayudando a tomar la decisión de compra.
Las bodegas de países emergentes apuestan a introducir en sus mercados objetivos productos con valor agregado. En este sentido se entenderá por valor agregado aquel que busca complacer el gusto del consumidor y generar una imagen diferenciadora por medio de estrategias de marketing haciendo del vino un producto que satisfaga necesidades tanto funcionales como emocionales.
El empaque del producto vino consta de un número de componentes interrelacionados, tales como la forma de la botella, color, estilo de cierre, diseño de etiqueta y la información. Son estas características las que influencian al consumidor y ayudan a captar su atención dentro de la estantería.
La botella y su vestimenta identifican el tipo y estilo de vino denotando calidad por medio de formas y colores establecidos.
El packaging de un vino esta basado en dos vertientes en la primera los consumidores se ven influenciados por la forma, el tamaño y el color de la botella; en la segunda se considera “el vestido” de la botella definido por la etiqueta y la capsula.
La etiqueta y el envase son el contacto directo con los destinatarios del producto, los encargados no solo de vender sino de transmitir información e inspirar confianza. Otorgando después de la compra una nota de distinción y de calidad a lo comprado.
La tipografía en una etiqueta es un medio crucial para emitir un mensaje específico. El diseño del packaging puede servir al consumidor como criterio evaluativo apoyando la decisión ya hecha sobre lo que percibe como bueno o quizás puede ayudar a decidir en un rango de calidad similares, ya que un consumidor que esta indeciso entra la botella A Y B ambas con idéntico puntaje en su escala de valoración es casi seguro el consumidor comprará la que presente un diseño a su parecer mas convincente.