Los nuevos consumidores no tienen la "carga", el conocimiento ni los prejuicios respecto al aura que en algunos casos ha tenido el vino. Justamente esto se da en mercados de nuevos consumidores como Estados Unidos, en donde el vino le está quitando espacio a la cerveza. Por otro lado está China, donde los consumidores recién están aprendiendo a tomar esta bebida y el potencial de mercado es incalculable.
Ciertos países productores por excelencia aún conservan su "marca país" en las presentaciones de sus vinos. Ellos son principalmente Francia e Italia. Su tradición, su legado de hace años y su elegancia siguen presentes en el frente de sus botellas. Podríamos decir que sus estilos tradicionales son reconocibles y se diferencian bien unos de otros. Las clásicas composiciones tipográficas de los grandes vinos franceses, en general acompañadas por la imagen del château en cuestión, se diferencian del estilo italiano, tradicional pero con mayor presencia cromática.
Sin embargo, observamos una tendencia general a volcarse a etiquetas más contemporáneas y menos clásicas.
Si bien Italia presenta casos menos rupturistas que los extremos de Francia, observamos una mayor cantidad de etiquetas "menos tradicionales". Se da una tendencia a usar menos tipografía en sus rótulos y dar mayor importancia a la imagen. Ésta es colorida, impactante y ocupa grandes porciones de la etiqueta, con mucho fondeado de color. Podríamos hablar de un Viejo Mundo renovado. En muchos casos se trata de composiciones clásicas, que con estos aditamentos en forma y color, se convierten en algo más contemporáneo.
España se muestra partida en dos. La diferenciación no se da por zonas o regiones como en el caso de Francia, sino por un contraste entre rótulos tradicionales y presentaciones más contemporáneas. En algunos casos, jugándose a un "vale todo", encontramos composiciones tipográficas desestructuradas, imágenes con mucha potencia y layouts poco comunes.
Hoy, Portugal no parece formar parte del "Viejo Mundo" en lo que a imagen de vino respecta y llama la atención la homogeneidad del fenómeno. Muchos de sus rótulos no hablan de tradición ni de historia, sino de otros conceptos que aparecen detrás de sus presentaciones, que hacen a sus marcas más contundentes.
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