lunes, 15 de agosto de 2011

BEBER POR LOS OJOS

Etiquetas con ilustraciones insólitas, fotografías llamativas, juegos tipográficos o nombres curiosos intentan singularizar y hacer destacar los vinos para seducir a un mercado donde abundan las nuevas marcas.


Escudos, blasones, castillos y fincas solariegas a pie de viña están siendo sustituidos en las etiquetas de vino por ilustraciones insólitas, fotos y retratos de caras en primerísimo primer plano o llamativos juegos tipográficos. Son las fórmulas más recientes para seducir al comprador de vinos en un mercado saturado de nuevas marcas. Un distribuidor de vinos bien surtido puede ofrecer alrededor de 6.000 referencias, lo que se traduce en miles de etiquetas ante los ojos de los clientes.



En este dinámico escenario, la etiqueta, cuya misión es identificar y distinguir el producto, informar y persuadir, necesita más que nunca destacarse.
Pero ha habido más. Arquitectos, cineastas o músicos –siempre en compañía del imprescindible enólogo– también se han lanzado a la aventura del vino. Proliferan los establecimientos especializados en su degustación y las tiendas especializadas donde comprarlo. Todo un conjunto de magníficos escaparates para que el vino pueda exhibirse. Y el broche definitivo: un público rejuvenecido e inquieto, perteneciente a una generación nacida bajo el signo de la gráfica contemporánea, con una cultura visual bien asentada.

El vino además de ser bueno ha de parecerlo. Como casi todo en esta vida, el envoltorio es fundamental. En los vinos muy caros, una parte de la imagen la da el precio. En las bodegas con mucha tradición, el nombre del bodeguero sigue pesando. Pero en los caldos de menor coste, en los vinos de nuevos viticultores o distribuidores, una etiqueta sugerente, acorde con los tiempos, hoy es fundamental.


Para el diseñador gráfico español Xavier Bas, En este sector entra en juego la sinestesia. Se trata de asociar un sentido a otro: la etiqueta conecta lo visual con el olfato y el gusto y, en un segundo nivel, con el tacto de la propia etiqueta y también del vino en boca. “Si en las etiquetas tradicionales la imagen se ligaba al castillo y a la propiedad, en las nuevas que nosotros hemos planteando queremos enlazar con lo que está en el origen y la esencia del vino. La tierra y su cuidado pueden ser las características del gusto, pero también su condición de bebida que nos relaciona con los demás”.


El rediseño de los vinos muy conocidos, con un público y una imagen profundamente arraigados, “debe hacerse sin que el consumidor se dé cuenta. Las bodegas que están muy posicionadas en el mercado sacan marcas nuevas cuando se quieren dirigir a un nuevo perfil de consumidor. El más joven no está atado a los códigos tradicionales”. Y es allí donde los creativos pueden apostar por la novedad gráfica.


Detrás de cada etiqueta hay una historia real que tiene que ver con mi manera de hacer, de pensar y con lo que me rodea. La etiqueta debe tener un alma y eso se lo da. En esta revolución gráfica, la tradición o exquisitez de un caldo en ocasiones se expresa a partir de imágenes de raíz más delicada o femenina. Bordados y labores, flores o un nombre conectan con un nuevo universo del vino que ha dejado de ser cosa de hombres y donde las mujeres participan en la bodega como enólogas, en la comercialización y como consumidoras. Las posibilidades en una etiqueta parecen inagotables y finalmente depende de los valores que se le quiera otorgar a la imagen de marca. Los juegos de palabras son otra tendencia en alza como estrategia de atracción.


Explican los grafistas que el boom de las nuevas etiquetas ha llegado en paralelo a las mejoras tecnológicas de impresión, que en la última década han experimentado una enorme evolución. La nueva maquinaria permite acabados y calidades antes impensables: relieves, estampaciones, inflados en braille, precisión y combinación de colores… Para Xavier Bas, este boom también existe porque “el sector del vino aparece como el último reducto para los diseñadores.


El editorial está de baja. La ropa, masificada en grandes marcas. El mundo del vino, con la gran cantidad de bodegas, el gran número de variedades de uva y el particular enfoque de los viticultores, es el último reducto que nos queda para expresar esa diversidad y sus cualidades”.

Los aficionados a las notas de cata, a partir de ahora –tras observar el color del vino, olerlo, obtener la primera sensación en boca y los matices tras su ingestión–, pueden añadir la contemplación de la etiqueta y valorar en qué medida refleja lo que acaban de beber.

Fuente:
http://www.4kilos.com/files/07-0901-etiquetas-vino.pdf

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