El uso de este material para conservar productos alimentarios data del inicio de los tiempos, y de hecho ya en la época romana se utilizaba para tapar las ánforas que contenían el vino. Aunque no fue hasta el siglo VII D.C cuando el taponado en corcho se introdujo de forma industrial en la industria del vino.
Según su composición existen diversas clases de corchos, los hay hechos de aglomerado, o sea de corcho molido y prensado de una sola pieza; mixtos como en algunos champagnas (aglomerados en la parte superior del hongo y de una sola pieza que esta en contacto con el líquido. Para vinos finos o de guarda se usan corchos con distintos controles de calidad.
Con respecto a la calidad del corcho, se pueden diferenciar ciertas categorías:
- el corcho flor es el que no tiene fisuras bien compacto y de producción limitada solo a vinos de alta gama,
- extra muy pocos defectos no superan el 3% compactos, pueden tener marcas que no llegan a ser fisuras es el primer nivel de los fabricados en cantidad,
- superior con pequeñas imperfecciones que no llegan a ser graves y no superan el 7%, su porosidad es densa aunque el tamaño de los mismos es claramente visible se destina a vinos de calidad de gran consumo aunque no masivos y
- segunda, tercera, cuarta, quinta y sexta, son de baja calidad.
Si bien cada vez más se le aplican tratamientos nuevos que le garantizan una vida útil en óptimas condiciones (ya que de otra forma los grandes caldos –reservas y grandes reservas- requerirían un recambio pasado cierto tiempo); tres factores externos pueden modificarlo: un exceso de sequedad en el ambiente, cuando la botella permanece en pie en vez de en posición horizontal y cuando es atacado por ciertas bacterias.
La calidad y el tamaño de los tapones de corcho ayudan al bodeguero a descifrar las posibilidades de vida de un vino. Aunque como ley estándar, el diámetro suele ser de 24 mm y se comprimen hasta los 18,5 mm antes de colocarse, los grandes vinos utilizan corchos de entre 45 y 55 milímetros de longitud, en el caso de los vinos jóvenes no suelen superarse los 44 milímetros. Sí, es un hecho probado que la longitud del corcho incide directamente en la conservación del vino.
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